KENDO KAPONI

Mi nombre es José Fernando Rivera Morales, pero mi nombre artístico es Kendo Kaponi. Nací en Puerto Rico el 19 de agosto de 1984, en el seno de una familia con un estatus económico alto, y, sin embargo, yo jamás pude disfrutar de su dinero y de sus privilegios. Mi papá fue una terrible influencia en la vida de mi mamá, fue quien la empujó a caer en el mundo de las drogas y posteriormente en la prostitución, para poder mantener su vicio. Debido a su estado crítico y su imposibilidad para cuidar de sus hijos, mi mamá nos dejó a mí y a mi hermana a cargo de mi abuela. Yo era muy pequeño para entender lo que sucedía, y aunque mi mamá nunca regresó por nosotros, yo siempre mantenía la esperanza de algún día volver a verla. Paradójicamente, de todos mis familiares mi abuela era la única que vivía con carencias y en una casa muy humilde, pero, para ser sincero, yo no conocía algo mejor. Para mí era una bendición vivir con abuela, comer su arroz con habichuelas todos los días de mi vida y aprender el amor a Dios, hasta que un día el cáncer de seno acabó con su vida. Siendo menores de edad y sin ningún otro familiar que quisiera hacerse cargo de nosotros, mi hermana y yo terminamos en servicios sociales. Nadie se imagina lo que una institución que debería estar al cuidado de los niños nos hacía vivir: hambre, maltratos físicos y verbales, inestabilidad emocional y la peor de todas: la soledad. Mi hermana estaba en un albergue y yo en otro, nos hacían estar mucho tiempo separados, pero, un día entendí que cuando yo me portaba mal y desobedecía las órdenes me llevaban con mi hermana. Nunca olvidaré sus palabras “tienes que portarte muy mal todos los días, pide que quieres verme y así nos veremos más seguido”, y así lo hice porque, aunque me reprendían y me castigaban, todo valía la pena por tener el abrazo de mi hermana al final del día.

Con tan solo 7 años, recuerdo pensar que esa no era la vida que yo quería para mí. Yo me puse una meta: encontrar a mamá. Recuerdo que mi abuela me había contado alguna vez en vida que se había encontrado a mi mamá en un centro comercial muy conocido en Puerto Rico, no pude sacarme esa idea de la cabeza porque pensaba que si iba a ese lugar volvería a ver a mamá. Me escapé 64 veces del albergue y las 64 veces fui al centro comercial, la última fue la vencida, volví a ver a mi mamá. Entre la emoción y las lágrimas me aferré a ella, pero duró muy poco. Ella estaba en un centro de rehabilitación para drogadictos y no podía cuidar de mí, así que me devolvió a servicios sociales. A los 8 años me volví a escapar, esta vez no tenía vuelta atrás. Era un niño, sin casa, sin familia, sin ropa, sin dinero y sin un techo, pero todo esto era mejor que estar en el albergue. Comía de las basuras y vivía escondiéndome, no podía mendigar por dinero porque siendo un menor en la calle me devolverían a servicios sociales. Un día, vi como un muchacho vendía droga y en su descuido le robé su mercancía, no para consumirla, sino para venderla y tener dinero para comer. “Mi negocio” de venta de drogas duró tan solo 15 minutos, enseguida, el dueño de la mercancía me descubrió y al conocer mi historia me adoptó. Era un hombre malo, pero me ofreció un techo y yo acepté. A cambio de su protección, yo debía ayudarle con sus fechorías, yo solo quería tener un plato de comida al menos una vez al día.La policía de Puerto Rico no tardó mucho tiempo en neutralizar uno de nuestros asaltos y así, siendo tan solo un menor de 13 años, me enfrenté a mi primera condena en la cárcel: violación de la Ley de Armas, tentativa de asesinato y restricción de la libertad. Para cualquier ser humano, estar tras las rejas habría sido una catástrofe, para mí, fue una solución a todos mis problemas, tenía un plato de comida todos los días, un techo, amigos y música.

Mientras pronuncio estas palabras, me duele pensar que para mi la cárcel era mi hogar. No era un cuento de hadas, destruí el 70% de mi cuerpo en peleas con los reos, incluso hasta las facciones de mi rostro cambiaron, pero yo no conocía nada mejor. Nunca aprendí a leer ni a escribir correctamente, pero, todas las experiencias de vida que había tenido en tan pocos años, las traduje en poemas hechos con dibujos, estos poemas poco a poco se convirtieron en canciones, en líricas de rap que acompañaban mi soledad en la cárcel y los 6 años que pasé en ella. Aunque mi condena era mucho más larga, debido a un programa especial de buen comportamiento logré salir mucho antes. Para mi sorpresa, desde que logré volver a pisar la libertad, me di cuenta de que no tenía familia, no tenía una vida, ni dinero y tendría que volver a vagar en las calles para conseguir comida. En un intento desesperado por sobrevivir, le pedí a mi abogada que me regresara a la cárcel, a mi zona de confort. Para que un chico con 19 años prefiriera estar preso que vivir en libertad, su vida habría tenido que ser muy, muy triste. Entre los abrazos y las lágrimas de lástima que mi abogada sintió por mi en ese momento, había una sorpresa, algo que tanto había esperado durante toda mi vida. Me llevaron a ver de nuevo a mi mamá, estaba rehabilitada, en un nuevo hogar y con un buen hombre. Volví a los brazos de mamá, a su calor y a sus costumbres, yo era el hombre más feliz del mundo, era lo que tanto había soñado durante toda mi vida, pero, mi felicidad duró poco. Tan solo 6 meses después, mi madre falleció a causa del VIH.
Cuando todo parecía encajar, mi vida comenzaba a desmoronarse nuevamente. Aún no cumplía la mayoría de edad y me amenazaron con volver a meterme en la cárcel. Para mi sorpresa, apareció mi tío para salvarme la vida, darme un techo y permitirme vivir en libertad.
Comencé a salir adelante, continué con mi educación y aprendí el oficio de barbero, pero, la música comenzaba a estar cada vez más presente, sentía una gran necesidad de plasmar mis sentimientos en poemas y canciones. No conocía mucho del medio, pero sabía lo que quería.

[read_more id="1" more="Read more" less="Read less"] En ese momento no existía el Kendo Kaponi cantante, solo el compositor. Por medio de mis amistades en la barbería conocí a Baby Rasta, quien me dio la primera oportunidad de componer un tema para él. Luego llegó Héctor “El Father”, y así tuve el honor de trabajar para las grandes estrellas del momento como Wisin y Yandel, incluso, el productor y dueño del sello discográfico Pina Records confió en mí para escribir y trabajar varios temas para artistas como Tony Dize, Rakim y Ken Y, también escribí para Arcángel, Chencho de Plan B, entre otros. Yo aún no podía vivir de la música, ganaba muy poco, en muchas ocasiones regalaba mis canciones para que otro artista reconocido las cantara y así en algún momento darme a conocer.
Así llegó a mi vida Cosculluela, un artista al que le di el 100% de mi trabajo y de mi esfuerzo, fui compositor no solo de la gran mayoría de sus “hits”, también compuse parte de las líricas del disco de mayor éxito en su carrera artística, un álbum de 11 tracks llamado “El Príncipe”. Con la promesa de que él con sus ingresos me retribuiría todo el arduo trabajo que había hecho, pero eso nunca sucedió. Viendo el gran resultado que tuve como compositor, la música me autonombró como “Kendo la mano derecha”, y justo ahí me convertí en el compositor más buscado del momento, una nueva estrella había nacido. Luego de finalizar el proyecto con Cosculluela, comencé a trabajar de la mano con otro artista: Farruko. Sus primeros éxitos los compuse yo, con el apoyo creativo y las instalaciones de estudio del productor O’ Neill. O’ Neill se convirtió en una parte importante de mi crecimiento como artista, trabajábamos en equipo. En ese entonces, O’ Neill me ayudaba a materializar todas mis ideas. Él me ayudaba a arreglar todos los tonos, me producía los arreglos musicales y “decoraba” todas mis grandes ideas, en ocasiones hasta ponía su voz en las maquetas de referencia que luego otros artistas utilizaban para grabar.
Cuando estaba a punto de tirar la toalla, de abandonar el corrompido mundo de la música, recibí una llamada de un “fulano” que quería comprar mis canciones. Utilicé el único dinero que tenía para trasladarme a la oficina de este hombre, quien con tanta insistencia tenía días llamándome. Al llegar a su oficina, me consigo con el gran Don Omar.
Mi vida cambió por completo, Don Omar no solo estaba interesado en mis canciones, si no que me impulsó a convertirme en intérprete de mis propias letras y así lo hice. En el año 2009 pude darme a conocer con el tema “Prueba de Sonido” y en el año 2010, firmo mi primer contrato discográfico con el sello El Orfanato, del mismo Don Omar. Ahí fue cuando nació mi carrera.
Así fue como pasé de la pobreza extrema al reconocimiento internacional, de no tener nada a tenerlo todo. Entre controversias, guerras liricales, fama y éxito, trabajé con ídolos como Daddy Yankee. El hombre que pasó mitad de su vida preso y que no había hecho estudios profesionales, estaba escribiendo las canciones que se convertían en los más grandes éxitos del género urbano.
Uno de mis siguientes proyectos musicales era apoyar la carrera artística del novel Anuel AA, le prometí llevármelo a mi gira de conciertos por Latinoamérica, dándole el pago que se merecía por su trabajo y su talento.
Mis planes se vieron truncados en el año 2017 antes de iniciar la gira. En mi intento de defender a mis hijos de su padrastro violento, volví a caer preso. Cumplí mi condena en la cárcel de la Florida, desde ahí, sentía el apoyo de mis fanáticos y de tantas personas que con tanto cariño querían verme de regreso a las tarimas.En enero 2020 salí en libertad y los primeros en recibirme fueron Anuel AA y su manejador Frabian Elí, quienes actualmente se encargan de apoyar mi carrera artística.Vuelvo con mucha música, recuperaré el tiempo y las melodías perdidas, y mi primer sencillo en libertad será junto a Anuel AA.

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